Comentario
Londres debía vigilar sus intereses en el resto del imperio: en sus colonias africanas y la India, para lo cual debía controlar el Mediterráneo, amenazado por Mussolini.
El Mediterráneo era casi un mar inglés. Gibraltar y Alejandría, una base en cada extremo, controlaban cuanto intentaba entrar o salir por Gibraltar o Suez. El Mediterráneo y el norte de África ofrecían una posible puerta de invasión a Europa desde el sur, y el mar latino era aún la ruta vital entre Inglaterra y oriente. Hitler contó con que Franco colaboraría en la tarea de neutralizar a los ingleses en Gibraltar. Pero España, devastada por la guerra civil, no entró en el juego.
Mussolini era una parte distinta de la historia, y aceptó la invitación a ser árbitro del Mediterráneo y conquistador de Egipto. Mas, a pesar de sus bravatas, Mussolini no dirigía una potencia industrial. Italia había hecho un gran esfuerzo para dotarse de material bélico, pero llegó a la guerra muy mal equipada. Mientras en su Marina faltaban elementos básicos y el núcleo principal de su caza eran aviones biplanos, los ingleses contaban con una buena aviación naval y estudiaban concienzudamente el radar y el asdic antisubmarino.
La demagogia fascista había renunciado a construir portaaviones, porque los mejores eran las bases insulares y la misma Italia. De modo que la aviación de apoyo naval quedó atrasada y con sus bases en tierra.
El ataque británico a Tarento fue una espectacular evidencia. El 10 de noviembre de 1940, la flota del Mediterráneo (almirante Cunningham) con 4 acorazados, 1 portaaviones, 9 cruceros y 14 destructores navegó a pleno día, desde Alejandría a Tarento sin ser vista. Al anochecer, los aviones torpederos atacaron la base, alumbrándose con bengalas, y dejaron fuera de combate a la mitad de los acorazados.
La ruta de los convoyes quedó expedita y el avituallamiento del Ejército italiano en África se hizo crítico. Ante tal situación, Mussolini debió aceptar ayuda. En enero de 1941 el X Cuerpo Aéreo alemán se estacionó en los aeródromos de Sicilia.
Aquella guerra naval constituía el complemento de una operación en África, donde Hitler pretendía que las tropas italianas de Libia tomaran Egipto. Tenía una fuerza de 10 divisiones, pero con los consabidos problemas: sus blindados eran las minúsculas tanquetas Fiat de la guerra de España, su artillería de campaña provenía de la guerra europea y carecían de suficiente motorización para combatir en el desierto.
Los ingleses reforzaron sus guarniciones con algunos de los pocos carros que les quedaban y llegaron a Egipto tropas australianas, neozelandesas e hindúes. Con todo, subieron un par de divisiones.